Sherezades del mundo


Las Mil y una Noche

Bajo el reinado el califa Abd el-Malek ibn Maruán, vivía en Damasco un músico y poeta llamado Abu Atiq que gastaba a manos llenas todo lo que ganaba con su arte gracias a la liberalidad de los nobles y la corte damascena. Pero un día se encontró sin nada, porque el oro en manos de un poeta, o la paciencia en el alma de un amante, duran como el agua en un colador…El músico poeta era amigo íntimo de Abdalá, camarlengo del califa, que siempre se preocupaba por su bienestar y trataba de que los nobles lo favorecieran, pero cierta vez quiso estimular en beneficio del poeta la generosidad del califa en persona, y entonces en una oportunidad en que el califa estaba de buen ánimo, Abdalá le comentó la indigencia que soportaba el artista, que a la sazón era el poeta y músico más admirado de Sham. El califa contestó que recibiría al poeta. Abdalá corrió a comunicárselo, contándole todo lo que le había dicho de él al califa; el poeta agradeció a su amigo la intermediación y marchó al palacio, donde halló al califa sentado entre dos espléndidas bailarinas que se movían cadenciosamente sobre cinturas flexibles como cañas, cada cual balanceando un abanico de hojas de palmera con la que hacían aire a su señor. Uno de los abanicos tenía estos versos escritos en letras de oro: "Traigo un soplo fresco y liviano: juego con el recato rosa de las que toco. Soy exquisito artículo frente a los labios de la cantante y de quien recita versos. Soy el velo ingenuo que oculta besos en bocas enamoradas." En el abanico de la otra bailarina se leían, también en letras de otro, estos versos:"En mano de las bellas cautivo, y mi lugar dilecto es el palacio del califa. Renuncien a mi amistad los contrarios al donaire y la armonía. Brindo con igual placer mis caricias al joven ágil que a la esclava hermosa. "Al contemplar el poeta a esas espléndidas jóvenes que acompañaban al califa, quedó sumido en un profundo arrobamiento…

Salomé y la Danza de los Siete Velos (Pincha para ver vídeo)


[...] La muchacha había aprendido en la alta sociedad de la urbe a bailar elegantísimamente y a ejecutar danzas desconocidas de aquellos magnates de provincia. La ayudaba su fragante juventud. Salomé tendría entonces unos diecinueve años. Supo la madre, perspicaz, multiplicados sus ardides mujeriles por el encono, estimular el amor propio de la joven. Salomé, encendida juvenilmente del deseo femenino de exhibirse, estuvo a la altura de la intención de la madre. La coreografía amenizadora de festines era habitual en las costumbres romanas. La poesía de Horacio nos informa, con su habitual desenfado, del aire atrevidamente impúdico de tales danzas. Hoy no actuarán bailarinas asalariadas. La danzarina será esta vez la propia hija de Herodías. En la apoteosis del banquete, cuando al fuego del vino y la embriaguez se inflaman los instintos menos elevados, hace su deslumbrante aparición la refinada bailarina. Se arquea su cuerpo con ritmos tan elásticos y graciosos, danza de forma tan audaz y seductora para la baja avidez de tanto instinto despertado, que Antipas se estremece. El halago de un espectáculo superior, que le eleva por encima de las demás cortes de Oriente, le sacude. Es el brillo de la metrópoli danzando en los movimientos de Salomé. Y es la lujuria y frivolidad del tetrarca que exultan hasta el entusiasmo. "Pídeme lo que quieras y te lo daré" —le asevera con la ternura viscosa de la sensualidad exaltada, entre el delirio y los aplausos de la concurrencia complacida—. "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino". Y corrobora la promesa con solemne juramento...

La Bella Otero*

Agustina Otero Iglesias, más conocida como La Bella Otero (Valga, Pontevedra, Galicia, España, 4 de noviembre de 1868 - Niza, Francia, 10 de abril de 1965) fue una bailarina y cortesana de origen español afincada en Francia y uno de los personajes más destacados de la Belle Époque francesa en los círculos artísticos y la vida galante de París. Hija de madre soltera, padeció una agresión sexual a los diez años que la hizo huir de casa unos meses después y no volvió nunca más a su pueblo natal. Tras la fuga decidió cambiar su nombre de pila Agustina por el de Carolina. Trabajó en una compañía de cómicos ambulantes portugueses. Al dejar la compañía se vio obligada a bailar en locales de la más diversa índole, e incluso llegar a ejercer la prostitución para poder salir adelante.

En 1888 conoció en Barcelona a un banquero que la quiso promocionar como bailarina en Francia y la llevó a Marsella. Pronto abandonó al banquero y se promocionó a sí misma hasta llegar a ser una bailarina conocida en toda Francia como La Bella Otero. En la promoción enfatizaba su origen español (muy exótico en Francia por entonces) y se inventó que era andaluza y de origen gitano. Las fabulaciones y aventuras fantásticas de Otero han perdurado hasta nuestros días y aún hay biógrafos que sitúan su nacimiento en Cádiz, hija de una gitana. Actuó en Nueva York en 1890 y realizó giras por todo el mundo como bailarina exótica y actriz, consiguiendo fama internacional. Argentina, Cuba y Rusia fueron algunos de los países que visitó y actuó más veces. En este último llegó a conocer a Rasputín. Otero actuó durante muchos años en París en el Folies Bergère, donde era la estrella y en el Cirque de Eté. Se puede decir que fue la primera artista española conocida internacionalmente. Otero no era una bailarina profesional y su arte era más instintivo que técnico. Sus danzas eran una mezcla de estilos flamenco, fandangos o danzas exóticas.

Otero, a pesar de sus éxitos profesionales, había conseguido ascender en el mundo artístico prostituyéndose sin escrúpulos y haciéndose amante de hombres influyentes. No era una práctica extraña que las artistas ejercieran de cortesanas para aumentar sus ingresos. En la Belle Époque era habitual y los hombres que podían pagar las astronómicas sumas que costaban estas cortesanas conseguían prestigio. Otero era una de las más famosas y cotizadas de la alta sociedad parisina. Fue amante de Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII de España, Eduardo VII de Inglaterra y Aristide Briand (con quien tuvo una relación entrañable hasta la muerte del político), entre otros. Otero llegó a reunir una fabulosa fortuna que, debido a la ludopatía que padecía, fue dilapidando en los casinos de Montecarlo y Niza.


Margaretha Geertruida Zelle (Leeuwarden, Países Bajos, 7 de agosto de 1876 - 15 de octubre de 1917) más conocida como Mata Hari, fue una famosa bailarina de strip-tease, condenada a muerte por espionaje y ejecutada durante la I Guerra Mundial (1914-1918). Su padre era un sombrerero y su madre era de ascendencia javanesa. Al morir la madre, su padre suplió la ausencia materna con excesivos cuidados hacia una joven que muy pronto destacó por su belleza. Se casó a los 18 años tras mantener una breve correspondencia con un militar que no conocía, mucho mayor que ella y que había puesto un anuncio en un periódico. Tuvo dos hijos, siendo el varón envenenado presuntamente en venganza por el trato dado por su marido a un sirviente nativo. La muerte de este hijo supuso un duro golpe para la familia. El marido buscó amparo en la bebida y empezó a frecuentar poco el hogar. Se dice que esta soledad llevó a Mata Hari a sus primeros contactos con la cultura javanesa y con las técnicas amatorias orientales, que le proporcionarían años más tarde fama como cortesana de lujo.

De vuelta a Europa, tras separarse y perder en Holanda el juicio sobre la custodia de su hija debido a su libertina vida en la isla, realizó más tarde algunos intentos fallidos en París como modelo de diseñadores, fracasos que conllevaron a un auténtico trauma en su vida por carecer de recursos económicos para vivir. Más tarde volvió a París de nuevo, armada de valor y amparada en sus rasgos orientales heredados de su madre. La literatura romántica de evasión de finales del siglo XIX había popularizado una imagen difusa y añorada de la oriental. Aprovechando estas circunstancias, se hizo pasar por una supuesta princesa de Java ejerciendo de bailarina exótica, protagonizando espectáculos de strip-tease. La mentira e imaginación, como salida obligada para superar su penosa situación económica, empezaron a dar sus frutos y a la vista de sus ventajosas consecuencias, pasó a convertirse en algo habitual. En París fue un revuelo con auténticas pugnas por conseguir localidades de las primeras filas en sus espectáculos de danza. También fue cortesana y tuvo romances secretos con numerosos funcionarios militares e incluso políticos de alto nivel, y, en general, con la alta sociedad. Su fama como bailarina crecía, pero ya no era tan joven y, al ir perdiendo sus encantos físicos, empezó a ejercer con más frecuencia de cortesana, amparada por el mito que había creado, para seguir manteniendo el mismo nivel de vida.

* Información extraída y modificada del sitio: http://es.wikipedia.org